Psicofonías: Las voces de lo invisible


Los ultrafonías que emanan de montañas, árboles y desiertos, ¿son voces del más allá que se comunican con los vivos en una especie de psicofonía, o se trata de sonidos naturales producidos por el viento, el agua y la arena?
Hoy se han puesto de moda las “psicofonías”, vale decir, las grabaciones en medios electromagnéticos de presuntas voces de desencarnados y espíritus básicos que se comunican con los vivos. A más evolución científica y nuevos métodos de registros, mayores, mejores y más sofisticadas serían las voces invisibles que se dejan grabar, en lo que parece ser una comunicación experimental de mutuo acuerdo entre los mortales y los que un día dejaron de serlo al atravesar el umbral del más allá. La palabra que describe estas grabaciones es “psicofonía”, un vocablo actual basado en dos antiguos de raíz griega, “psico” que significa “mente o inteligencia consciente”, y “fonia”, que significa “ruido o sonoridad modulada por un razonamiento melódico”.
En la actualidad, las psicofonías se investigan y observan dentro de una ciencia heterodoxa y no académica a la que se conoce como Transcomunicación Experiemental (TCI). Pero el fenómeno se remonta a mucho antes de que surgieran los aparatos transistores o emisores de imagen. Al parecer, ellos sólo han creado unos canales más fáciles para facilitar la comunicación de esas voces que se graban fenomenológicamente en las ondas hertzianas de radio, en los cromas de la luz en los que se basan los televisores y en las cintas de audio, para lo cual tienen que registrarse físicamente en unas bandas magnéticas. Lo más curioso es que para ser grabadas también utilizan fórmulas tan modernas como los ordenadores y las propias líneas telefónicas.
De esto último nos dimos cuenta tras percatarnos de que no pocas personas habían recibido presuntos mensajes de difuntos, los cuales les habían llamado a sus teléfonos fijos y móviles, e incluso a los porteros automáticos de sus viviendas. El azar o la causa hizo que nos fijáramos en estos métodos últimos de vía telefónica. Una llamada de una presunta niña de cuatro años difunta a un móvil activó nuestra curiosidad. Localizados sus padres gracias a que se quedó registrado el número de la llamada, descubrimos que aquella voz sólo podía pertenecer a la pequeña fallecida justo un año antes. En otro caso, la llamada procedente de un destrozado hogar de Alicante nos llevó a conocer a un matrimonio mayor cuya única hija fruto de muchos años de intentos frustrados en tener descendencia había desaparecido trágicamente. Las llamadas fueron dos. En una se escuchaba reír y decir un nombre. Creímos que era el de uno de nosotros, pero luego descubríamos para nuestra sorpresa que también era el del padre de la malograda pequeña. Si era un espíritu o no, nunca lo sabremos a ciencia cierta, pero eso nos llevó a plantearnos la posibilidad de crear un método sencillo que el público pudiera practicar desde sus casas en forma esporádica sin inmiscuirse en un proceso largo, monótono o desesperante, como es el que resultaba de los intentos de psicofonía con magnetófono o grabadora, donde se requieren horas posteriores de atenta audición de los registros.Una nueva racha azarosa o casual nos llevó a darnos cuenta de que sólo necesitábamos crear un espacio telefónico cerrado no conectado a la línea de teléfono ni a artificios de carácter aéreo como los satélites de los móviles.Y lo encontramos. Ese cuarto cerrado a disposición de las voces que quisieran hablar siempre había estado allí.
No lo habíamos creado nosotros, sino la propia telefónica. Era un número de auto-llamada 020 destinado a comprobar si el usuario funcionaba correctamente. Al llamar a ese número el usuario se hace una llamada a sí mismo. Con un teléfono con grabadora o con un contestador es fácil grabar esos espacios de tiempo que duran unos treinta segundos con pitidos intermitentes y en los cuales ya se han registrado psicofonías, al menos cortas, desde su puesta en marcha como método. Tan sencillo como llamar al 020, colgar de nuevo el auricular, esperar a que suene y una vez levantado el auricular poner la grabadora un minuto en funcionamiento, pudiéndose repetir con la frecuencia que deseemos nos permitirá a los curiosos experimentar sin salir de casa.
¿A qué nos enfrentamos?
Sin embargo, los investigadores aun no pueden aportar pruebas de que lo que realmente se graba son voces de difuntos. Los intentos por establecer comunicación con el más allá es algo que ya se venía practicando desde tiempos inmemoriales a través de oráculos, ouijas y otros artefactos. Mucho antes de que nos llegara el actual espiritismo de Alan Kardec, incluso anterior a los raps que lograron hacer oír las hermanas Fox en los albores del siglo XIX, ya había testimonios históricos que aseguraban que ciertos lugares malditos, poseídos o llenos de historia, de vez en cuando dejaban oír sus extrañas voces de ultratumba. Los castillos encantados hacen mención de ruidos siniestros en las noches, risas cavernosas a las salidas de ciertas grutas como la “dels Encanteris” en Girona, gritos diabólicos como los escuchados en los límites del lago del diablo cerca de Lleida, en la zona pirenaica, crujidos misteriosos en formas de pisadas escuchados en céntricas viviendas como el Palacio de Linares en Madrid, ruidos de locomotoras en vías muertas en el oeste norteamericano...¿qué son? ¿A qué fenómeno extrañamente sonoro nos enfrentamos? ¿Son lo mismo todos los misterios de voces invisibles? No, algunos podrían tener explicación científica. Donde poco o nada tendrían que ver las fantasmogénesis o espectros nocturnos y, en cambio, mucho su estructura natural, su geología o el material de su construcción natural o artificial. El viento, una caprichosa y juguetona corriente de aire en un lugar adecuado pueden producir sonidos melodiosos y armónicos como el sonar de una flauta o un órgano, imitando no solo instrumentos de viento como en este caso, sino también los de cuerda y percusión. La naturaleza de la leyenda podría guardar una orquesta de desconocidos fenómenos naturales localizados en diversos puntos del mundo. Hay dunas que cantan como sirenas al atardecer, cavernas que sollozan, gritan o aúllan, montañas parlanchinas y rocas de ecos con vida propia que no devuelven la voz de uno, sino la de otros que estuvieron antes allí.
Revisemos estos casos curiosos para redescubrir en ellos esa maravillosa voz natural que respondería a un ser espiritual no mortal, sino vital, el de nuestra Gaia (Tierra). Vamos a detenernos en mirar esa gran psicofonía natural que nos rodea, iniciadora de muchas leyendas y temores, pero que a la vez abre las puertas a muchas posibilidades.
Los Cantos de la Naturaleza
El roce, la fricción y la caída de miles de millones de granos de arena producen en algunas zonas del planeta un fenómeno sonoro muy curioso, hechos que se pueden observar en los desiertos como el de Libia y Sahara sin ir más lejos. Las subidas y bajadas de temperaturas en estos lugares y los materiales cristalizados de esas arenas ayudan a que el efecto se multiplique y pueda ser apreciado en kilómetros a la redonda. Una serie de acústicas encadenadas que recorren las dunas como si de cánticos de sirenas invisibles se tratara.
Hoy en día la ciencia ortodoxa sigue interesada en el fenómeno, pero sólo a nivel acústico y geológico, estudiando la cristalización de las sales de esa tierra en polvo. Sin embargo, este embrujo vocal de cierrtos lugares yermos habría sido el origen de leyendas entre los nómadas del desierto, que juraban escuchar voces diciendo claramente nombres o frases. Ibald-ad es uno de los héroes de historias como ésta. Logró salvar a su pueblo preso por una tribu enemiga siguiendo las voces del desierto que le iban dando órdenes concretas de hacia donde debía encaminarse: "Ven", "Avanza", "Hacia el norte", "Espera un día", y que provenían de unas dunas que podían haber estado controladas por inteligencias, o haber sido simplemente fruto de la desesperación del solitario héroe tuareg.
Una acústica natural, al más fino estilo de sofisticados órganos de catedrales pero de roca maciza y de origen azaroso, se producen en muchas montañas. La alta presión de esos lugares, el clima gélido y los vientos helados pesados entrando por las hendiduras de las paredes rocosas hacen que se escuchen música orquestal en zonas como en Ben Macdhui, una curiosa montaña rocosa emplazada en Escocia y que a diferencia de otras muchas que la rodean, interpretaría pasajes de compositores como Richard Wagner. Tal vez de nuevo se trate de la percepción subjetiva del oyente de turno que accede a visitarlas, o tal vez manos invisibles manipulen esa melodía natural, pero lo cierto es que la montaña aparece frecuentemente entre los relatos de la mitología local, con relatos de Dioses que habitan en su interior de la montaña y se contactan así con el mundo de los hombres. Un lugar que, muchos dicen, estrái habitado por una hada venida de las estrellas de Alfa Centauro.
No es la única montaña “cantarina”. En Turingia (Alemania) hay otra que produce el mismo fenómeno fónico. Pero ésta no canta melodías de Wagner, sino que oscila desde potentes bramidos guturales y gritos desgarradores al cántico más hermoso de voces inmaculadas e infantiles. Los científicos se molestaron en investigarla de forma objetiva, llegando a la conclusión de que la montaña cercana a 600 de altitud estaría situada sobre un sustrato arcilloso impermeable. Cuando llueve de forma copiosa, las abundantes aguas se abren camino a través de la roca calcárea y excavan galerías, aperturas y oquedades por las que luego se derrama el agua. Es en ese momento cuando se producen los fenómenos sonoros. Los espacios porosos hacen los ecos y multiplican los efectos produciendo un deleite auditivo que se asemejan a voces extrahumanas.De vuelta en el desierto nos encontramos otro fenómeno extraordinario en lo que respecta a parafonías naturales. Sucede cerca de Tebas, en Egipto, donde se erigen orgullosos los colosos milenarios de Mennón que, impávidos al paso del tiempo, han sido erosionados por las areniscas año tras año en el aspecto más interno de su constitución rocosa.
Allí el aire se calienta desde las auroras, hierve con los primeros rayos del sol y al hacerlo dentro de las fisuras de piedra se convierte en algo similar a un vapor, que tiende a subir y a escaparse por cualquier salida que encuentre a su paso, como si se tratara de pequeñas ollas a presión distribuidas en todo el monumento. Eso produce el efecto de instrumentos de aire musicales, como flautas, clarines y clarinetes, que sorprenden a los turistas al amanecer y al atardecer. Unido eso a lo iniciático de la región y a lo esotérico de las imágenes de piedra, nadie que lo experimente a nivel auditivo y visual puede volver a olvidarlo. Es un marco ideal para un prodigio natural de carácter espiritual para el que lo logra percibir.
En otro lugar del mundo también se producen sensaciones al escuchar estos anómalos sucesos acústicos, sólo que esta vez se trata de sensaciones de desazón. Nos referimos a los gritos quejumbrosos de la Puerta de las Lamentaciones o Bad el Mandeb, un estrecho sinuoso donde termina muriendo el Mar Rojo en las montañas de Arabia. El sonido lo producen vientos de fuerza implacable, tempestades de aire que hacen vibrar los muros rocosos de esta increíble garganta capaz de lamentarse de forma doliente y lastimera. Las antiguas leyendas del lugar achacan estos efectos a los ecos de los espíritus de los esclavos que pasaban por allí para ser vendidos y alejados de sus tribus y familias. Podrían ser procesos entendibles por la ciencia, o tal vez ...¿la ciencia explica sólo parte del misterio?. ¿Por qué sucede justo allí y no en otros lugares del planeta donde la idéntica geografía se predispone para repetir el experimento que no se da o no a nivel tan impactante? ¿O es que las psicorragias traumáticas multitudinarias pueden ejercer de ecos acústicos?
¿Voces de Ultratumba o Sonidos Naturales?
¿Hablan los árboles y las plantas? En los laboratorios macetas de verdes hojas se disponen en hileras y sobre ellas las ventosas de los galvanómetros que registran las variaciones eléctricas y magnéticas que producen durante su metabolismo. Pero antes de que la ciencia se preocupara de esta sonoridad vegetal ya había muchos pueblos que afirmaban hablar con este reino de clorofila, como los druidas que, abrazados a los troncos, aseguraban recibir sonidos del espíritu anímico que contenían estos seres. Desde hace miles de años, cerca de Nubia, crecen ciertos árboles que cuando sopla el viento dejan empapar sonidos extraños entre sus ramas. Los nativos achacaban como los druidas estas voces y cánticos a los espíritus que moraban en los árboles y que procedían de difuntos seres humanos. Pero al parecer hay unos pequeños seres vivos que ayudan en esta labor desde el más aquí...los insectos. El milimétrico mundo de larvas que habitan estas hojas se dedican a agujerearlas de forma casi microscópica hasta converirlas en abanicos sonoros cuyo resultado es el de mil voces gentiles ensalzando a los dioses del viento. Y es que casi siempre el viento (representado en el dios Eolo) ayudado por la erosión (diosa Atenea) están presentes en estos psicofónicos encuentros.La observación de estos fenómenos casuales podría estar advirtiendo a los buscadores de respuestas dispuestos a grabar voces de lo invisible, de lo maleables que son estos dos elementos agua y viento.
Al contrario de las prácticas psicofónicas actuales, que intentan buscar espacios silenciosos exentos de ruidos ambientales, estas anomalías podrían estar animándonos a que las utilizáramos de soporte. Una corriente de agua, una catarata, una roca crujiente o gargantas de la naturaleza podrían ser fácilmente manejables por manos inteligentes, en el caso de existir: escuchar un río, escuchar un manantial, oír una montaña, sentir un árbol hablar, ¿no es eso lo que ya hacían los antiguos cuando aún no conocían la tecnología de un reproductor de audio?
Las supuestas entidades no tendrían que producir el sonido, pues ya existiría. Sólo deberían dedicarse a modelarlo, si es que tienen la capacidad de hacerlo. Incluso, si entendiéramos que no son seres materiales, deberíamos validar que aunque desconocemos su forma, estructura o capacidades en valores mesurables de nuestra física y química, siguen siendo parte de la naturaleza, aunque en este caso de una Gea vetada al entendimiento de los hombres y prisioneros de las leyes de sus sentidos.
No sería descabellado ir experimentando en este campo de soportes naturales. La mejor voluntad del mundo, una buena grabadora, paciencia y uno de estos lugares tocados por el azar pueden hacernos poseedores de las mejores psicofonías del mundo paranormal.
Buscando la lógica a las voces de ultratumba tan estimable sería pensar que aquella tarde en el bosque Jürguerson grabando pájaros pudo tener la suerte de entrar en contacto con el más allá como de descubrir un rincón de acústica espontánea natural . En ambos casos existe el mismo valor paranormal: ¿por qué allí y no en otro sitio? ¿Por qué unos oyen y otros no? A lo mejor no se trata tanto de cuestionar, sino de oir, valorando siempre que es el que acude a oír el concierto de ultratumba el que pone la subjetividad al relato de la melodía que escucha. Estas no son óperas, donde los argumentos vienen escritos en un libreto.

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