Cuerpo y alma

Obviamente nosotros no somos el cuerpo. Incluso en esta vida tenemos la experiencia de la transmigració n del alma. En el Bhagavad-gita (2.13), Krishna da el ejemplo de una persona, un alma consciente, que está persistiendo a través de diferentes etapas corpóreas (infancia, juventud y vejez). El cuerpo que tenemos ahora no es el mismo que teníamos hace diez años atrás, aún cuando el alma es exactamente la misma. Y la manifestación práctica de esa alma es la conciencia. Somos conscientes porque somos el alma.
La conciencia no es un elemento físico. Esa conciencia es originalmente pura, limpia y transparente, casi omnisciente, por ser parte de Dios. Mas en esta existencia material, el alma es colocada dentro de un cuerpo y la conciencia está siendo filtrada por la tela del cuerpo. Así, la conciencia es diferente según el cuerpo en que se manifieste, por ejemplo, el cuerpo de un animal.
Logrando aislar en la mente la existencia del alma, apartándola de toda influencia material y dejándola brillar con su propia conciencia en su condición original, se alcanza el estado de auto realización. Fuera de ese estado podemos ver cuantas designaciones erradas derivan del cuerpo —brasileño, hombre, mujer, viejo, joven, inglés, argentino, libanés, sirio— creando inclusive sociedades, clubes, guerras, todo basado en conceptos que derivan de este cuerpo que no somos. El hecho de que el alma transmigra, viajando de un cuerpo a otro, fue un concepto aceptado por los primeros cristianos y, posteriormente, esta filosofía fue retomada por los albaneses del sur de Francia, y anterior a eso, Platón y Sócrates ya habían aceptado esta misma idea. Esto indica que, a pesar de las restricciones y de los esfuerzos por reprimirla, ésta es una idea que está siempre resurgiendo en el occidente. La afirmación de que existe un alma eterna viajando a través de diferentes cuerpos es algo conocido y generalmente aceptado en oriente.
¿Cómo es que, a pesar de existir un Dios todo-poderoso y bueno, aún existe el sufrimiento? Esta pregunta nunca fue respondida filosóficamente en occidente. Si aceptamos que el alma fue creada ahora, juntamente con este cuerpo, por qué Dios da un cuerpo feo para alguien y uno bello y educado para otro? ¿Porqué alguien nace fuerte y otro débil? ¿Por qué El hace que alguien nazca en un país ateo? Aceptar el hecho de la reencarnación, de la acción del karma, ofrece la posibilidad de lidiar filosóficamente con estos problemas de los sufrimientos de los hombres, a pesar de que Dios sea todo-poderoso y bueno. Aceptando que el alma tiene otras vidas podemos, entonces, entender mejor que el sufrimiento es debido a nuestras actividades previas. Nadie reclama cuando es castigado justamente. Hay un best-seller en los Estados Unidos, escrito por un rabino de Boston, que cuenta la historia de su hijo que sufre de una enfermedad por la cual una persona envejece rápidamente. Así, un joven de quince años muere como un anciano. Este rabino quedó completamente shockeado y no consiguió mantener ni justificar su fe en Dios. Y así, escribió en su libro que existen dos posibilidades: que Dios sea bueno, mas no todo-poderoso, y así, a pesar de su bondad, el control del sufrimiento y del dolor estarían fuera de Su alcance o, por el contrario, que Dios sea todo-poderoso y no bueno, y, de esa manera, El sería como indiferente y abandonaría cruelmente Su creación. Y dice que prefiere pensar que Dios es bueno y no todo-poderoso. Mas, eso es apenas el resultado de no entender la reencarnación del alma, de cómo estamos sufriendo o disfrutando, de acuerdo con nuestras actividades previas. Aceptar la reencarnación explica muchas cosas, da soluciones claras, filosóficas, porque propone la existencia de dos cosas, un alma y un cuerpo físico, que son muy diferentes en su naturaleza; que existe interacción entre ellos, creando así, categorías bien definidas. Por otro lado, no existe, en la ciencia material, conocimiento que pueda contradecir estos hechos.
Srila Acaryadeva

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