El asno que cargaba una imagen

Una vez le correspondió a un asno cargar con la imagen de un Santo por las calles de una ciudad para llevarla a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen. El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y se nego a dar un paso más. El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:

-¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!

Nunca tomes como tuyos los méritos ajenos.

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