Qué es la belleza?

La historia de la belleza es un viaje a través de la historia del deseo.
El pasado mes de junio el Louvre mostró a sus visitantes una reproducción de la Venus del Nilo de Praxíteles, el primer desnudo integral de la historia. Según cuenta Filóstrato en sus crónicas esta célebre escultura inspirada en una prostituta llamada Phryné conquistó el corazón de un hombre que totalmente fuera de sí quiso desposarla. "Ni una palabra me has concedido"acabó gritando el enamorado con despecho. "Por eso echaré sobre ti la maldición más estremecedora para los seres hermosos: te deseo que envejezcas". Praxíteles tenía el don de plasmar la belleza en sus creaciones y con ella conseguía el objetivo de los grandes artistas: conmover y levantar pasiones.
¿Qué extraño mecanismo logra que un objeto bello nos conmueva y logre incluso que perdamos la razón? No es una pregunta fácil de responder teniendo en cuenta que a lo largo de la Historiase ha ensayado una idea abierta tremendamente relativa sobre la belleza.
"La belleza reside en el corazón de quien la observa"dijo Albert Einstein. Mucho antes el empirista Hume había constatado algo parecido: "La belleza de las cosas existe en el espíritu del que las contempla" . Quizá es por eso que la idea de belleza no sólo sirve para definir a la obra de arte sino también a quien la observa.
La historia de la belleza no es sólo la historia de los objetos bellos. Es ante todo una historia de las miradas. Auspiciada bajo el reino de la subjetividad y por tanto diversa, su percepción no es universal. Lo que conmueve a unos por la exaltación de los sentidos no conmueve a otros pero sí existe un mismo ojo para registrar algunas formas absolutas de belleza que nadie discute. De ahí que el mundo entero reconozca el valor de las grandes creaciones artísticas incluida la hermosa Venus de Nilo condenada a envejecer.
Los griegos fueron los primeros que intentaron sistematizar el concepto de belleza. Creían que el universo guardaba un orden intrínseco –cosmos orden–. Reconocer este orden del mundo en un objeto determinado provocaba en el hombre una atracción denominada kalle inacapaz de indicar al espectador que se encontraba ante un objeto bello, un objeto ordenado. Lejos del tópico que identifica la cultura griega con el hedonismo, la belleza resultaba un elemento superior que los griegos vinculaban a la proporción, la simetría yen genera la la matemática. La suya era una noción intelectualizada de la belleza. Tampoco era ésta un elemento subjetivocomo más tarde postularía Einstein. La belleza estaba en la naturaleza misma y el arte sólo podía copiarla.
Curiosamente conforme la idea de belleza va desmarcándose de la concepción griega a partir de la crisis del realismo también sus manifestaciones ganan en complejidad y artificio. Actualmente el mundo del arte y el de la moda privilegian la subjetividad y el individualismo: de ahí que en las pasarelas se exhiban a menudo creaciones muy personal es fantasiosas y alejadas del paradigma objetivista del siglo IV a.C. Detrás de estas manifestaciones culturales reside obviamente la convicción de que lo bello no puede reducirse a un conjunto de proporciones. Porque hemos comprobado que en el caos en lo imprevisible hay algo que nos conmueve e identificamos como bello.
La civilización griega aún siendo la cuna de la actual democracia era muy distinta a la nuestra. Para percatarse de ello no es necesario recurrir a extensos y sesudos manuales de Historia: basta comparar las vestimentas de entonces con lo que llevamos puesto. La moda y la cultura en general dependen del contexto social y político en el que vivimos. Además del naturalismo las causas de que las mujeres vistieran con túnicas austeras en la época griega podemos encontrarlas en su falta de autonomía compartida con los niños y con los esclavos. Sin autonomía personal las posibilidades de configurar una identidad propia a través de la vestimenta se reducen totalmente.
También en la época del romanticismo la vestimenta masculina experimenta una súbita vuelta a la austeridad y a la monotonía motivada por el contexto social yen concreto por la restauración. Y siguiendo esta misma argumentación podríamos concluir que la historia de la moda no es sólo una crónica aséptica de los cambios en la vestimenta sino un análisis política y socialmente relevante. "La moda y la indumentaria encarnan al cuerpo en la cultura"asegura la socióloga Joanne Entwistle. Más rotundamente Balzac escribió en su inconcluso Tratado de la Vida Elegante que "la indumentaria es la expresión de la sociedad misma". Escribir sobre moda es en definitiva escribir sobre nosotros mismos. El ser humano a lo largo de los años ha recurrido al traje como un fiel aliado cuando ha pretendido ofrecer una imagen de sí mismo especialmente seductora y atractiva.
Desde la barba falsa que utilizaban algunos faraones hasta la cola de león en la espalda de Alejandro Magno o la toga púrpura bordada en oro en la Roma Republicana los uniformes han representado prestigio o dignidad. La gran renuncia de los hombres a las pelucas blancas empolvadas las zapatillas rojas y exagerados lazos fue promovida por el dandismo una nueva filosofía de vestir que contrariamente a lo que a veces se piensa rechazaba la cursilería y buscaba la perfección en la simplicidad alejada del juego de artificios. George Bryan Brummell (1778-1840) fue su principal mentor. Ni era aristócrata ni pudiente pero su elegancia fue admirada por reyes y villanos. Dicen que pasaba muchas horas acicalándose eligiendo su frac azul, su chaleco de ante ajustado, sus botas altas y relucientes. Pero Brummell expresó en más de una ocasión su decepción cuando alguien se daba la vuelta para mirarlo al pasar: "entonces es que no vas bien vestido".
Vivimos inmersos en una sociedad que todo lo individualiza y todo lo relativiza. Sin embargo la sombra del pensamiento griego es alargada. Este mismo año se ha publicado en España La ciencia de la belleza obra del médico alemán Ulrich Renz. El autor influido o no por las teorías de Platón y sus discípulos vuelve a defender que la belleza es algo universal y anclado en las proporciones corporales . Estamos programados biológicamente para sentirnos atraídos hacia lo bello –resucita pues la noción griega de kalleina–. Quizá por eso muchos de nosotros creyendo que la belleza es el resultado de una ecuación de la naturaleza que se puede resolver, medimos el contorno de nuestros pechos el volumen de nuestros labiosy acudimos al cirujano plástico con el retrato robot de una modelo esperando que nuestro escultor con mascarilla nos convierta en afroditas empleando la destreza de un Praxíteles de la posmodernidad. España esde hecho el segundo país del mundo detrás de Brasil donde se efectúan más operaciones de cirugía estética.

¿Qué buscamos exactamente en la belleza? Los griegos hablaron de atracción pero no dijeron que ésta aparte de evocar el orden del universo es capaz de proporcionarnos puestos de trabajo aumentos de sueldo y sentencias favorables en los juicios –Aristóteles sí advirtió algo parecido al afirmar que "el derecho a mandar corresponde a los bellos"–. Quizá la cirugía estética es un recurso rápido e inmediato para acercarnos al éxito social a cambio de dinero. Incluso nuestra vestimenta como sostiene el economista Thorstein Veblen" no es por entero ni siquiera de modo fundamental una progresión ingenua a la exhibición del gasto. En la mayor parte de los casos el motor consciente del portador de atavío ostensiblemente costoso es la necesidad de conformarse al uso establecido y de vivir con arreglo a los patrones acreditados de gasto y reputación".
¿Se equivocaban pues Hume y Einstein al negar que la belleza fuese algo objetivable? ¿Es simplemente una receta que convenientemente administrada permite la aceptación social viviendo con arreglo a patrones preestablecidos? ¿Se reduce entonces la historia de la belleza al hecho de repasar la medida del trasero la separación de los ojos o la amplitud de las cinturas de aquellos que triunfaron en las distintas épocas? ¿Dónde quedan el gusto personalel espíritu del observador y ese je ne sais quoi al que se referían los teóricos de la estética clásica?

La Historia nos enseña que en la vida no hay blancos ni negros sino una larguísima y compleja extensión de grises y sombras. Por eso mismo puede que la propia idea de belleza tenga que ver con nuestro instinto biológico de adaptación al medio pero también con la riqueza de la subjetividad humana con todos sus matices y sus particularidades. Las pasarelas reflejan de forma exacerbada las contradicciones inherentes a la hipermodernidad y también sus peligros. Advierte el teórico Joseph Squicciarino que "si en vez de vivir la moda la padeceel hombre corre el peligro de perderse a sí mismode alienarse de transformarse en un maniquí inanimado de mirada ausente sin objetivo sobre el que se colocan prendas de vestir con la finalidad de exponerlas pero con las que no se expresa ni se elabora una figura de su identidad personal y social indispensable para la construcción de la propia e irreductible diferenciación." Las tesis de este pensador se encuentran en la base de quienes critican la moda o el arte contemporáneo como muestras de frivolidad.

Sin embargoque esta pérdida de identidad sea posible no impide que existan verdaderas muestras de creatividad y de personalidad en las pasarelas. Entre las carnes esculpidas al ritmo de bisturí con las mismas proporciones las mismas simetrías y los mismos moldes destacan también los cuerpos con personalidad con ese brillo indescriptible en los ojos un andar inimitable y una capacidad innata para conmover el espíritu de quienes observan. Vivimos en un contexto de extremos y de contradicciones: los medios y la publicidad se uniformizan y promueven ideas encorsetadas acerca de lo bello lo bueno y lo verdadero. Adoran al becerro del pragmatismo del éxito social y sobre todo del consumo masivo. Pero en ese mismo contexto hay espacio para la belleza subjetiva y para el arte con mayúsculas.
Afortunadamente la situación de la mujer del clasicismo griego no es la de hoy en día en Occidente. La autonomía personal que hemos conquistado permite que en medio de la monotonía y del canon dominante pervivan impactos de belleza que nos enamoren con la misma intensidad que enloqueció al amante despechado de la Venus de Cnido. Edgar Allan Poeen 1850se empeñó en crear una especie de laboratorio para aislar la belleza que había en la poesía y oponía hermosura a verdad. La belleza reside en el espírituno se detiene en la perfección de unos ojos sino en el pozo que brilla en ellos. Y eso pertenece a los mundos interiores. El deseo no cesaráni la voluntad de aprisionarla, el ansia de capturar su poder. Aún sabiendo que es efímera y se desvanece como un diente de león cuando lo soplas.

Por Joana Bonet

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