Juegos para adultos, otra opción al psicoanálisis

Unos juguetes dispersos en una mesa y quince minutos para que la persona haga con ellos lo que le parezca. Con esa mínima consigna, la pionera argentina en terapia de juegos, Ana Sutton, consigue que las personas accedan a su propio mundo emocional, muchas veces reprimido durante años. Una protagonista contó a PERFIL cómo fue su experiencia.
Por Martin de Ambrosio
Chiche. Ana Sutton con un títere de un “policía amigable” con el que juegan chicos y adultos. La idea, dice,es poder expresar las emociones.Cecilia acepta participar de un juego. Se sienta a una mesa plena de juguetes, en la que hay un pequeño arenero. La terapeuta le dice: “Hacé lo que lo quieras con esto, elegí los que te gusten, tenés 15 minutos”. Cecilia, que no entiende bien qué se espera de ella, comienza a armar historias con plantas y animales de ficción, como si fuera niña. Cuando a los diez minutos la terapeuta le pregunta qué título le pondría a la historia y Cecilia responde “bienvenida a mi vida”, se hace un click que la deja al borde de las lágrimas: estaba contando su propia historia sin sospecharlo.
La escena transcurrió el miércoles a la mañana, en el Paseo de las Luces, en Buenos Aires, ante unos 40 participantes del primer congreso-taller de terapia de juegos de la Asociación Argentina de Terapia de Juegos. Cecilia no se llama así, pero lo que sintió es real. “Con el juego del arenero, accedemos rápidamente al mundo de las emociones de las personas”, explicó Ana Sutton, la especialista argentina en terapia de juegos que vive en los Estados Unidos desde hace más de tres décadas y regresó a la ciudad donde nació para el taller. “Igual que los chicos, los adultos traumatizados muchas veces no pueden verbalizar su dolor, por eso necesitan una terapia más breve y rápida para acceder a sus emociones y llegar a la memoria traumática”, defendió Sutton, quien fundó la organización Nana’s Children en Arizona para cuidar la salud mental de los chicos, también a través del uso de los juegos (ver recuadro).
Sutton está convencida de que así se accede a áreas de la memoria a las que oralmente no siempre se llega. “No pensamos al juego como se lo ve tradicionalmente, como una pérdida de tiempo o como un tiempo que se le regala a los chicos que se portan bien o a los adultos que trabajan y se les da vacaciones. No. El juego para nosotros es algo universal y necesario. Todas las sociedades lo practican y hasta los animales juegan”, enumeró. De ahí a hacer la conexión con la terapéutica hay un solo paso, que Sutton no teme dar.
Historia. ¿Cómo vivió Cecilia en primera persona su inesperada terapia? “Me puse en blanco, seleccioné rápidamente qué objetos iba a usar y me paré frente a la caja de arena. Casi dejé que los juguetes se organizaran solos y a los diez minutos la situación personal actual que se representaba quedó totalmente resignificada”, indicó, aún sorprendida. “En un rato pude integrar algunos aspectos que estaban desconectados”, agregó. Cecilia es hija de judíos pero nunca jamás nadie le había dicho que lo era. Es más, fue criada con fervor en un colegio de monjas y llegó a ser catequista.
“Me enteré a los 22 años, en la facultad, rindiendo una de mis últimas materias. El profesor me dijo: ‘Inteligente como buena sefardita’, antes de ponerme un diez”. Ella le agradeció pero no terminó de comprender qué le había querido decir aquel hombre.
Volvió a su casa, investigó, se armó de coraje y le preguntó a su padre qué pasaba ahí. ‘Es que fuimos muy perseguidos’, se justificó mi padre cuando fui a hablarle”, contó Cecilia. De a poco fue sabiendo que sus abuelos habían sido judíos marroquíes, pero que se unieron con abuelas italianas y católicas y ese pasado comenzó a proscribirse lentamente. Esa situación, que aún la conmueve, volvió a resignificarse en el arenero. “En un rato pude integrar lo que tenía escindido... bueno, casi 5.900 años de historias de persecuciones”, dijo, un poco en broma, un poco en serio.
Clientes. ¿Es así que a través del juego se accede al inconsciente? “No”, dijo Sutton, esta vez tajante. “No somos para nada freudianos, no tenemos nada que ver con esos esquemas. Más bien nos inscribimos en la corriente humanística abierta por (el psicólogo norteamericano) Carl Rogers”, añadió.
Por más que parezca paradójico a primera vista, eso incluye desterrar, además, la idea de “paciente” y suprimirla por la de “cliente”, en tanto este último puede exigir y no sólo quedar a la espera de alguien con conocimiento que disponga de él.
“La misión del terapeuta es establecer el escenario terapéutico, hacer preguntas y servir de guía, no mucho más”, agregó Sutton. Algo que este cronista pudo comprobar en una de las situaciones montadas: muchas veces, la función del psicólogo es apenas repetir en forma de pregunta lo que la persona acaba de decir, como un autómata.
Antes de despedirse, Sutton remarca que el juego es un ambiente único y que esa condición es casi la ideal para una buena terapia, porque permite que la gente pruebe y pruebe sin temor al papelón porque, de última, “estamos jugando”.
La experiencia con los chicos
Junto a su marido, Peter, Ana Sutton fundó en 2001 en Arizona la Nana’s Children Mental Health Foundation para el cuidado, a través del juego, de los niños en riesgo social. En el origen, además de las inquietudes propias y previas de Sutton, se hallaba un programa de televisión que mostraba la situación de desamparo de muchas familias en Phoenix (Arizona).Primero Sutton –que hizo un máster en Psicología en una universidad californiana– probó con una chica para ver cómo reaccionaba. El hecho de que ella recuperara su autoestima y su “sentido de ser en el mundo” la animó a más. Hoy, apenas unos pocos años después, su fundación atiende a centenares de chicos en Phoenix y Temple. La donación a la entidad permite en los Estados Unidos reducir aportes impositivos y se puede acceder a los formularios, entre otras informaciones, en www.nanaschildren.org, donde también se puede tomar conocimiento del programa de voluntariado.
“Mi idea con los talleres que vengo a dar es poder traer a América latina algo de todo esto que logramos en los Estados Unidos”, dijo Sutton. La intención es que a través del juego chicos sometidos a diversos tipos de malos tratos, como abuso, violencia doméstica, accidentes o desastres naturales, recuperen su bienestar.

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