Las huellas de nuestra vida

En algún momento de nuestra vida hacemos un alto deteniendo el ritmo acelerado en que estamos inmerso y nos detenemos a pensar: "¿Cuál es el sentido de todo esto? Por lo general sucede cuando hemos dejado de tener una motivación clara, o cuando creemos haber entrado en un ciclo sin sentido y no vemos claro el futuro. ¿Hacia dónde nos dirigimos?.
Muchas veces nos vemos inmersos en esa rutina que ahoga los sueños, las esperanzas de cumplir una meta, una ilusión. Entonces es el momento de ver hacia atrás con ojos ajenos y valorar nuestras huellas en la arena, tratar de ver de dónde venimos para saber a dónde vamos.Cada día pasado es un grano de arena, y cada grano de arena tiene un brillo distinto. Ese brillo es el reflejo de cada acción realizada en el pasado, cada proyecto, cada meta cumplida o no, y al igual que en las playas reales, también existen pequeños granos opacos que no reflejan el más mínimo brillo.Pocos tienen la agudeza y madurez para darse cuenta de esos pequeños granos oscuros y muchos menos para poner especial cuidado en pulirlos y hacerlos brillar. La mayoría nos enfrascamos en recriminarnos por el mal hecho, por la oportunidad no tomada, por el amante perdido o por un ritmo de trabajo no deseado.
En ese momento es donde debemos hacer un esfuerzo de voluntad y, además de pulir nuestros puntos negros, dar especial atención a los puntos brillantes. Ellos nos darán la pauta para saber qué es lo bueno que ha tenido nuestra vida.
Ahí encontraremos nuestro primer amor, nuestro examen escolar más exitoso, la primera palabra de un hijo, el beso de una madre, todas y cada una de las buenas acciones que hemos hecho a lo largo de nuestra existencia.
La trascendencia del ser humano se basa en la cantidad de personas a las que hemos tocado con nuestros dones, con nuestros rezos, con nuestro amor, así como todas las personas que nos han dado lo mejor de ellas sin darnos cuenta. Pero si caemos en la cuenta de todos esos bellos granos de arena, que deberán ser mayoría, podremos entender que nuestra vida no es del todo vacía ni monótona. Sabremos que todo lo que hemos pasado no ha sido vano.
Por más rutinaria que sea nuestra existencia, siempre estaremos en contacto con otras personas que, de una u otra forma, son también como parte de una familia. Ellos pueden darnos la felicidad de dar a manos llenas amor, consuelo, consejo o simplemente escucharlos. La mayoría de los problemas humanos se derivan de una falta de escuchas para sus problemas, inquietudes, anhelos, deseos o por la necesidad de ser parte integral de un grupo.
El ser humano no puede vivir aislado, necesita la interacción de otros seres humanos, y esa interacción, puede hacer que nuestra playa de la vida tenga tantos granos de luz como a tantas personas hagamos ver su brillo, esa luz que los hace importantes, admirados y bellos.
Pero tampoco es todo en la vida dar a manos llenas a quienes están en nuestro derredor, también uno mismo es parte de ese todo y, como tales, también merecemos tener ese aprecio, ese cariño, esas metas y anhelos que hasta ahora hemos dejado de lado. La rutina y el vértigo de la vida actual, contribuye a nublar nuestras necesidades en pos de un beneficio económico, social y de éxito, pero... ¿Y al final qué? ¿De qué sirve tener éxito, fama y fortuna si perdemos lo principal? Nuestra tranquilidad y crecimiento.
Aprendamos a ver a nuestro alrededor, tratemos de salir de esa rutina que nos ciega hacia los lados, y veamos el mundo con mayor dimensión; de tal forma que podamos ser felices, y así, poder hacer felices a nuestros seres amados. Esto nos dará un camino más brillante, hacia una plenitud en que nos demos cuenta de que todo lo que hacemos, todo lo que somos y todo lo que deseamos sea para vivir en armonía y con gran felicidad.

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