Autoestima del niño: consecuencia del amor de los padres

Conozco un niño precioso de cinco años, con ojos de un azul profundo, que cautivan. Su cabello es rubio cenizo y su figura es muy menuda para un niño de su edad. Físicamente es un niño hermoso, cuya belleza se ve opacada por la forma en que se enfrenta a la vida a su tierna edad.
Le da temor quedarse con alguien que no sea su hermana o uno de sus padres. Cuando descubre que su papá lo ha dejado por un momento, comienza a llorar; le tiene un miedo espantoso a los payasos y se siente incapaz de aprender a nadar.
Además, cuando los niños se divierten en los juegos de patio, él lo piensa mucho antes de lanzarse por un deslizadero, es incapaz de tomar una decisión por sí mismo y a su edad está totalmente lleno de miedos e inseguridades. Una de las razones que pueden afectarlo, es que sus padres se separaron cuando tenía tres años.
Conozco otra niña que es muy amiguita de él y es todo lo contrario. Tiene cuatro años, es audaz, sin llegar a ser intrépida, inicia las conversaciones con los adultos y siempre está buscando cosas nuevas para aprender. Cuando de jugar con otros niños en los juegos de patio se trata, ella está a la cabeza, para ser la líder. Sin ser una belleza del otro mundo, muestra una presencia y seguridad en ella misma que invitan a admirarla.
Sus papás están juntos, se aman y la niña lo expresa constantemente: "Papi ama a mamá". Creo que esto es lo que afirma su seguridad, el ejemplo que el otro niño de cinco años no tiene son esas raíces llamadas amor, las que aseguran la autoestima para toda la vida.
¿Por qué es tan importante que en un matrimonio, un esposo y padre muestre ante sus hijos el amor, respeto y admiración que siente por su esposa?, ¿por qué es tan importante que él, no siendo tal vez naturalmente cariñoso, haga el esfuerzo de mostrarse como tal, por el bien de la estabilidad emocional de sus hijos?
Según los estudios de la psicología evolutiva moderna es el padre el encargado de asegurar en cada niño los sentimientos de aceptación que va a tener hacia sí mismo, a medida en que crezca; así como los sentimientos de seguridad para sentirse capaz de ejecutar actos tan simples como la apertura hacia el inicio de lo que serán sus relaciones humanas y el aprendizaje social.
La autoestima, como componente de la personalidad, es de naturaleza afectiva, es un asumirse, quererse y empezar a manifestarse a uno mismo, desde muy tierna edad, al sentirse amado y aceptado por el propio padre. Por esto es importante que el papá del niño que está por nacer participe de su bienestar afectivo-emocional, desde el mismo momento en que es notificado con la maravillosa noticia de que su mujer está embarazada.
Escuchar la voz masculina del que será su guía y maestro para la vida, brindará sentimientos de seguridad en el niño. Si bien es cierto que es importante que el recién nacido sea cargado y amamantado por su madre al nacer, no es menos importante que el padre lo tome en sus brazos, lo arrulle y lo bese, para trasmitirle el sentimiento de ser bien recibido. Al pasar del tiempo, esos sentimientos se aseguran al contemplar la relación papá-mamá.
Con el trato que el padre da a la madre, el niño o la niña van formándose su propio concepto de lo que debe ser una relación humana entre un hombre y una mujer. El niño ve como su padre acoge y ama a su madre, y eso se extiende hasta su ser infantil, haciéndole sentirse amado y merecedor de la felicidad. Por esto es tan importante que el niño tenga una figura masculina en su vida.
¿Estaré exagerando yo con mi insistencia de mostrar al niño lo que es el amor, a través de las caricias entre ambos padres y de aprovechar cada oportunidad que tengamos para cargarlo y besarlo?, ¿sabes lo que es ver a un niño afectivamente mutilado, con apenas tres años?
Quizás te interese este corto relato: Rusia es uno de los países en el mundo en donde miles y miles de niños son abandonados cada año. Al ser abandonados por sus progenitores por diferentes causas, son llevados y puestos en orfanatos en donde se dice que cuidan de ellos, y esperan hasta que son adoptados por almas generosas.
Si entras a la sección de infantes y miras atentamente a sus rostros, verás sobre todo tristeza y ausencia de saberse humano. Cuando tratas de cargarlos se asustan, tienen miedo, ya que pasan días y días enteros en esas cunas, sin saber lo que es una mirada tierna, un abrazo humano, un beso.
Nadie se encarga de asegurarles la autoestima, y, a medida que pasa el tiempo, sus posibilidades de incorporarse como seres estables en la sociedad escasean. Estos niños no conocen lo que es el amor, y mucho menos saben lo que es sentirse merecedor de la felicidad.
Éste es sólo un ejemplo de muchos que puedo dar, con el ánimo de que pienses seriamente cómo están como pareja, dando esa educación tan de fondo a sus propios hijos. Y, como es sabido que nadie puede dar lo que no tiene, es importante que cada uno de los progenitores analice cómo está su salud emocional y su autoestima.
A continuación escribo algunas señales que indican que se es una persona con una autoestima sana:
  • Te sientes a gusto con ser quien eres; con tus facciones y con tu cuerpo.
  • Eres espontáneo para salir al encuentro de los demás. No eres excesivamente tímido o tímida.
  • Te gusta asumir retos y tomar iniciativas.
  • No permites que tus propios miedos bloqueen tus relaciones humanas.
  • Tienes metas definidas y te sientes capaz de realizarlas.
  • Las diferencias en tu matrimonio las superas sin hacer una enorme hoguera o mostrar infantilismos.
  • Buscas constantemente crecer en madurez, para educar mejor y conservar la armonía en tu propio hogar.
Su Santidad, Juan Pablo II (QEPD), en su libro Queridísimos jóvenes, le dice a la juventud que no hay nada que se pueda alcanzar si no hay madurez. Formar y lanzar hijos sanos al mundo requiere que haya de por medio dos personas, dos voluntades, dos pasiones mentalmente maduras, para poner en el mundo mejor calidad de seres humanos.
Las generaciones de nuestro tiempo nos hemos diferenciado por ser personas enfocadas en gran medida a nosotros mismos, a nuestros propios sueños y ambiciones profesionales, o a nuestros propios dolores y fracasos. No sólo eso, nos hemos vuelto perezosos con respecto a la educación humana.
Muchos no nos tomamos el tiempo para orar, meditar, o detenernos a observar nuestros defectos. Muchos defectos y actitudes inmaduras pueden desaparecer si se corrige o comienza un proceso de sanación de la propia autoestima.
A cada uno le ha sido regalada toda una dote de talentos para triunfar y experimentar la felicidad en la vida. Los talentos que no son ayudados a ser descubiertos y puestos en acción de una manera apropiada, hacen que muchas veces nos atrofiemos y andemos moviéndonos por la vida a un paso mediocre o miedoso.
Como padres de las generaciones ultra modernas de hoy, es preciso que tomemos conciencia de que educar hoy no es lo mismo que educar como se educaba hace apenas 30 años. Hoy hay que competir con la tecnología y el pensamiento materialista, así como con la carrera de a ver quién tiene el mejor cuerpo. Conozco un niño que hoy tiene cinco años, tiene los ojos de un azul profundo y una belleza que tienen pocos, y sin embargo, no puede encontrar el camino de su autoestima, de quererse a sí mismo.
Piensa en tus hijos, ¿no te suena conocida esta historia?

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