El Sufrimiento

El sufrimiento existe porque es imposible hallar una completa y duradera satisfacción en nada que cambie. Cuando dependes de cosas que cambian como fuente de felicidad, hay sufrimiento. Experimentas un sentimiento interior de vacío, una avidez emocional que no se sacia, que nace de esperar encontrar satisfacción en cosas que cambian. El sufrimiento inevitable es un resultado de los cambios que están más allá de tu control. Te guste o no, tu cuerpo cambiará, enfermará y acabará muriendo. Y finalmente tendrás que separarte de las personas, los lugares y las cosas que te importan. Ni tú ni ninguna otra persona puede evitar que sucedan estos cambios, forman parte de la vida. El hecho de estar vivo implica cierta cantidad de tristeza, pérdida y frustración. Éste es el sufrimiento inevitable. El sufrimiento opcional puedes controlarlo. Procede del modo cómo reaccionas a las situaciones que son inevitables o no. El sufrimiento opcional es aquello que añades a lo que te ocurre. Es adicional. Procede de tu forma de reaccionar y no de nada inevitable.
Puedes reflexionar sobre la naturaleza del sufrimiento y el hecho de que incluya tanto el sufrimiento inevitable como el opcional. Puedes recordarte que aunque no tengas libertad para elegir una situación, sí que la tienes sobre la forma de reaccionar ante ella. La cantidad de sufrimiento y la paz interior vienen del interior. Aunque no puedas evitar gran parte del sufrimiento, puedes reducirlo considerablemente aprendiendo a relacionarte con él. No estás atado a tus reacciones; el sufrimiento opcional ofrece la posibilidad de cambiar. Muchos de nosotros tenemos una fuerte y equivocada tendencia a creer que el sufrimiento y la felicidad vienen de cosas externas, en lugar del interior, de nosotros mismos.
En tu búsqueda de la felicidad sigues persiguiendo cosas que cambian, insistiendo en que debe de haber algo que funcione. Cuando te quedas atrapado en tus reacciones, el sufrimiento que puedas experimentar no tiene límites. Siempre hay personas o situaciones a las que poder culpar de mantener vivo el sufrimiento. Si no te das cuenta de que la fuente está en tu interior, sigues intentando llenar aquel vacío emocional. Hasta que veas la relación entre la actitud mental y el sufrimiento, continuarás buscando la satisfacción en todas partes sin hallarla en ningún lugar. El apego al deseo significa que estás tan absorto en tu deseo que no puedes ver con claridad. Respondes como si funcionaras con un piloto automático. Sólo ves lo que ansias pero no percibes la fuerza que hay detrás de ello. Es perderse en el deseo o cegarse por él. Aquello que ansías no se siente como una opción, sino como una necesidad-
Los deseos atraen como imanes y no discriminan, no hay un código de ética que te indique que te apegues sólo a lo que te ayude y no te lastime a ti o a los demás. El deseo es también engañoso. Te engaña haciéndote creer que si lo satisfaces encontrarás la felicidad. Ése es su encanto, así es como atrae tu atención. Pero lo que deseas a menudo te conduce a un callejón sin salida. La felicidad perdurable no puede hallarse en ningún deseo porque lo que deseamos cambia. No podemos depender de las cosas que cambian, por lo tanto invertir en ellas es poco inteligente.
Cualquier tipo de intenso apego a la identidad puede crear mucho dolor y sufrimiento. Cuando llegas a estar tan preocupado por desear lo que quieres, u odiar lo que odias, a causa de una imagen que te has forjado de ti mismo, el potencial de crear sufrimiento sigue aumentando y puede incluso poner la vida en peligro. Cuando te identificas tanto con el apego y no eres consciente de ello, el sufrimiento puede extenderse como un reguero de pólvora.
El miedo, el odio e incluso la agresividad en sí mismos no son malos. Pero cuanto te apegas a estas emociones y te identificas o te dejas llevar inconscientemente por ellas, creas sufrimiento al impedir el suministro de alimento que te ofrecen. Es imposible conectar con tu propia vulnerabilidad, compasión y dulzura cuando has quedado atrapado en odiarte a ti mismo. Desde que naces estás condicionado a relacionarte con las cosas a través de ti mismo. Todo ello son cosas importantes que deben conocerse en la vida porque ayudan a crear el concepto de lo que tú crees ser. Una vez los conceptos se convierte en mí, surge la necesidad de defenderlos, porque eso es lo que crees ser. Pero esas descripciones de mí son sólo conceptos y sobreviven sólo porque te apegas a ellos.
La verdad es que no son lo que eres porque estás cambiando constantemente. Si no comprendes la naturaleza temporal y fugaz de esas descripciones luchas por hacer que sean permanentes. Esa lucha es lo que causa que sea tan difícil dejar de apegarte. Pero lo cierto es que en realidad al dejar de apegarte no pierdes nada. Abandonar esos conceptos es como eliminar algo imaginario. No puedes perderlos porque no eran realmente tuyos. No hay nada que tengas o poseas por mucho tiempo. Ni tu cuerpo siquiera te pertenece, y algún día morirá. De modo que no tiene sentido identificarte con nada o afirmar que te pertenece, porque nada -ni tu cuerpo ni la idea de quien crees ser- durará siempre. Muchos patrones de conducta y la imagen que tienes de ti mismo provienen de tu infancia. Muchos otro nacen de las diversas identidades que nos dan los demás o que nos otorgamos. Pero tener una identidad en una época no significa que debamos conservarla eternamente, ni siquiera que deba durar.
La mayoría de nosotros tenemos una autoridad interior que nos dice quién somos y qué debemos hacer. Pero esa autoridad interior no tiene un verdadero poder si no respondes a ella. Sencillamente se desvanece. No tienes por qué escuchar esa voz ni hacer lo que te dice, en especial si no te beneficia. En lugar de dejarte llevar por patrones y hábitos del pasado, puedes abandonarlos y tener la libertad de tomar sabias lecciones en el momento presente. Dejar de apegarte no es algo que puedas hacer en un instante. No puede ocurrir de un modo tan repentino. Aunque hayas examinado el apego que sientes hacia el odio o el amor muchas veces, surgirán siempre nuevos retos que afrontar. De ahí que dejar de apegarse se considere una práctica. No es fácil abandonar los hábitos relacionados con intensas emociones como el miedo, la soledad y el odio. Resistirse a examinar patrones de conducta difíciles es muy corriente. Algunos hábitos son tan poderosos que cuando los abandonas por un momento empiezas a aferrarte a ellos incluso con mayor fuerza.
Estamos tan acostumbrados a determinados hábitos que aunque se nos ofrezca la oportunidad de cambiar, no la aprovechamos. Nos sentimos tan a gusto con nuestros hábitos que queremos seguir del mismo modo. Nos sentimos cómodos enfadándonos o siendo infelices. Aunque la belleza sea energética y te haga sentir conectado, está empañada por el deseo. Hay apego porque quieres conservar la buena sensación para siempre. Cuando sufres te sientes humilde y no puedes perder nada. No estás atrapado en apoyar o defender una imagen de ti mismo. Pero si sufres siempre, te apegas a rechazar el sufrimiento y a desmoralizarte. La belleza y el sufrimiento se necesitan uno al otro. Apreciar la belleza de la vida te llena de energía, del mismo modo que reconocer el sufrimiento de la vida te suaviza. Ésta es una importante visión interior que nace de la Comprensión Correcta. Cuando percibes con claridad el apego que sientes a la belleza y al sufrimiento, te revelan su frustrante naturaleza e incapacidad de poder proporcionar una felicidad o tristeza perdurables.
Ronna Kabatznick

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