Es tan difícil ser feliz!


Algunos te dicen que ser feliz está en tus manos. Que con tus pensamientos puedes hacer que la vida te sonría y que todo te vaya mucho mejor. Pero, cuando estás en tu vida diaria, cuando tienes que hacer frente a esos casi noventa mil segundos de cada día, llenos de momentos difíciles que te esfuerzas por superar, cuando recibes malas noticias o alguien te está molestando, qué difícil es acordarse de que puedes ser feliz.

Estarás de acuerdo conmigo en que es muy difícil ser feliz. Te enfadas y te preguntas por qué a los otros les va tan bien. Quizá hayan descubierto ya la fórmula mágica para llegar a ser dichosos. Miras a aquel y piensas qué feliz se sentirá con su vehículo nuevo, observas a aquella otra y envidias la buena vida que lleva. Y si tú tienes el mismo derecho que cualquiera, entonces ¿Por qué no eres feliz?

Cuando te asalten estos sentimientos y pensamientos de infelicidad, piensa esto: la felicidad no es nada que tengas que alcanzar ni conquistar. La dicha no está en ningún lugar y no tienes que tomar ninguna dirección en tu vida para llegar a ser feliz. Y ahora te preguntarás: ¿Entonces, qué tengo que hacer para ser feliz? La respuesta es muy sencilla: NADA. No tienes que hacer nada para ser totalmente feliz.

Mira a tu alrededor. Observa, por ejemplo, a esa amiga que siempre está hablando mal de los demás y no se da cuenta de sus muchos errores; mira a ese que dedica todo su esfuerzo a conseguir cosas y más cosas que nunca podrá llevarse a ninguna parte, condenado a esforzarse perpetuamente por sus insaciables deseos que no le conducen más que a otro deseo mayor. Dirás que, mientras tanto, se lo están pasando muy bien. ¿Tú crees? ¡Mírales bien! Te darás cuenta de que sufren continuamente, tanto o más que tú, porque quieren llegar a ser felices, como todo el mundo que quiere alcanzar lo que supone será la autentica felicidad, que no se termina de disfrutar nunca.

Y ahora, sigue observando a tu alrededor. Siente la luz que te ilumina, el aire que respiras, la comida que te nutre. Mira el vestido que te viste, el lugar que te acoge, la familia y los amigos que te quieren. Aprecia la salud o enfermedad que tienes, valora la maravilla de tu precioso cuerpo, sea el que sea. Fíjate en tu extraordinaria mente que te ayuda a descubrir el increíble mundo que tienes ahora mismo a tu alrededor. Y, por fin, piensa en todas las personas que conoces y que, por alguna razón no pueden, como tú, apreciar todo esto. Acuérdate del borracho de tu barrio, de los jóvenes que sólo piensan en obtener su próxima dosis, de los violentos de tu ciudad que sólo han aprendido a hacer daño. Trasciende tu pensamiento a todas aquellas personas que nunca llegarás a conocer pero sabes que sufren terribles enfermedades, que no tienen ni un mendrugo de pan ni un vaso de agua que llevarse a la boca, que están en peligro de muerte o viven sujetas a una discapacidad física o psíquica que las limita. Piensa en los millones de personas que viven en la más absoluta miseria y que nunca podrán ni soñar con todas las oportunidades que tienes tú en este momento.

Y ahora maravíllate porque sin ir a ningún sitio, sin hacer ningún esfuerzo especial, sin haber tenido que comprar nada ni tragarte ninguna pastilla azul de los milagros, ya eres feliz. La felicidad te rodea por todas partes, porque sencillamente eres tú. No necesitas absolutamente nada más y todo lo que te pasa ahora, aunque creas que es bueno o malo, sólo es parte del maravilloso regalo que se te ofrece para que en este mismo instante, aquí y ahora, ya seas feliz.

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